Autor: systems

Los primeros mecanismos automáticos son tan antiguos como el hombre. Desde los griegos se han inventado todo tipo de máquinas… desde las primeras de vapor a las tragaperras o ingenios mecánicos que imitaban la naturaleza para sorprender a lo reyes. Patos que hacen la digestión, orquestas que funcionan solas, caballeros andantes, muñecas vestidas como María Antonieta, etc., son las precursoras de los aparatos que inundan la vida cotidiana del siglo XXI.

Los ordenadores son buenos encontrando patrones, pero están lejos de interpretar conocimiento. Las inferencias lógicas son tan innatas en el ser humano como la propia experiencia de vida, pero ¿se le puede enseñar a un motor de IA qué sucede con una planta si se la priva de luz? Una persona sabe que muere porque lo ha visto, pero ¿una máquina? Teniendo esto en cuenta, ¿es seguro que decidan por nosotros? Varias investigaciones pretenden enseñar a la IA cómo funciona el mundo a través de juegos, como si de un niño se tratara

La tecnología está lejos de emular en una máquina los 80.000 millones de “unidades de información” con las que cuenta el cerebro. Sin embargo, los gurús de la Singularidad pronostican que para 2045 la IA se habrá igualado en capacidades al hombre y podrá tomar sus propias decisiones. Aún no se sabe como despertó la consciencia en el hombre, pero si su base es la actividad física del cerebro y esta se puede imitar, ¿quién dice que un día un ordenador no pueda ser consciente? Por otro lado, los detractores y críticos del transhumanismo llevan tiempo pidiendo regulación para evitar los posibles abusos tecnológicos. Eso es lo que acaba de hacer la UE, que con su Estrategia quiere asegurar que los humanos estaremos siempre en el centro