De Turing a Eliza ¿Qué es un chatbot?

de Eliza a Turing

Se conoce como chatbots a cualquier robot conversacional. Parece una tecnología muy moderna pero su historia demuestra que el desarrollo tiene más de 50 años. ¿Cuál es su historia y, sobre todo, para qué sirven?,¿Qué es un chatbot? comienza un viaje que nos llevara de Turing a Eliza, una breve historia…

De Turing a Eliza, la “lucy” de los bots

La abuela de los chatbots, el primer asistente que se conoce, se llama Eliza y nació en 1964. El programa conversacional tomó el nombre del personaje Eliza Doolittle de la obra Pigmalion (autor: George Bernard Shaw). Seguro que a muchos les resulta más conocido el personaje por su versión cinematográfica en My fair lady, que protagonizaba Audrey Hepburn.

Su creador fue el programador informático de origen judío Joseph Weizenbaum, quien trabajó en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) durante la década de los 60. Se considera el primer programa en incorporar el procesamiento del lenguaje natural (PLN), cuyo objetivo es enseñar a las computadoras a comunicarse con los humanos en su lenguaje, en lugar de requerir una programación en código.


La interacción de Eliza se basaba sobre todo en la detección de palabras clave y en responder con una serie de frases que estaban ya preparadas según fuera la conversación por la parte humana.


Lo que Wizenbaum quería era de alguna forma emular las técnicas usadas por los psicoterapeutas rogerianos. A grandes rasgos esta rama de la psicología sostiene que la terapia la construye el paciente. Por tanto, la actitud del profesional debe ser la de la no dirección, es decir, dejar al paciente que se desarrolle de forma libre y sea, en cierta manera, el responsable de la terapia.

Los resultados que consiguió Eliza sorprendieron a su propio creador al comprobar que muchas de las personas que interactuaban con su bot le hacían confesiones de lo más íntimas y no parecían incomodarse cuando el bot utilizaba alguna frase simplona. Cierto es que cuando Eliza detectaba algún parámetro que no entendía recurría a ciertas expresiones automáticas, pero resultonas, como: ¿por qué dices esto? O ¿Puedes desarrollarlo más?

Quizá el papá de Eliza se volvería a sorprender si supiera que a día de hoy existe un terapeuta artificial. Woebot es un robot parlante de la Universidad de Stanford que, dicen, mejora los síntomas de la depresión en dos semanas.

¿Qué es el Procesamiento del Lenguaje Natural?

El éxito de Eliza la convierte en el equivalente a Lucy, el primer ejemplar de humanoide encontrado en buen estado. Un australopiteco de hace 3,2 millones de años. Lo que hace de ella la tatarabuela de los robots fue precisamente el Procesamiento de Lenguaje Natural.

Para entender qué es lo mejor es recurrir a la explicación de la Asociación Americana para el Avance de la Inteligencia Artificial (AAAI), que lo define así: “Un lenguaje natural es básicamente un sistema para describir percepciones. Las percepciones, como las de distancia, altura, peso, color, temperatura, similitud, probabilidad, relevancia y la mayoría de los otros atributos de los objetos físicos y mentales son intrínsecamente imprecisas, lo que refleja la capacidad limitada de los órganos sensoriales y, en última instancia, del cerebro, para resolver detalles y almacenar información.

Desde esta perspectiva, la imprecisión de los lenguajes naturales es una consecuencia directa de la imprecisión de las percepciones. ¿Cómo se puede precisar un lenguaje en el sentido de que sea posible tratar las proposiciones extraídas de un lenguaje natural como objetos de computación? Esto es lo que PNL intenta hacer”.

¿Pasó Eliza el test de Turing?

Hablar de inteligencia artificial pasa inevitablemente por mencionar a Alan Turing. El matemático escribió en 1950 un ensayo titulado “Computing Machinery and Intelligence”. En él definía una prueba de comunicación verbal hombre-máquina con la que pretendía evaluar la capacidad de las segundas de hacerse pasar por humanos. El test de Turing se ha considerado desde entonces la prueba de fuego para determinar la “inteligencia de las máquinas”.

No parece que Eliza pasara ni el aprobado de su inventor. Al final de su vida, Weizenbaum volvió a Alemania y terminó convertido en un convencidísimo speaker y opositor de la tecnología y el desarrollo de internet.

Obviamente tampoco pasó el test de Turing. De hecho, la primera vez que un ordenador superó el famoso test fue en 2014. Eugene Goostman es el nombre que le dieron en la Royal Society inglesa al chatbot que aprobó. El programa convenció al 33% de los jueces que testeaban su inteligencia y consiguió convencerles de que estaban manteniendo una conversación con un chaval ucraniano de 13 años. Todo un logro para algunos de los grandes gurús de la Inteligencia Artificial que auguraban que hasta 2029 por lo menos no habría ninguna máquina capaz de aprobar el examen. Sus detractores, sin embargo, dudan de que la verdadera madurez intelectual la ostente un “bot-niño” de 13 años.

¿En qué consiste el test de Turing?

Según explica la enciclopedia Británica: “El test de Turing involucra a tres personajes: una computadora, un interrogador humano y un participante también humano. El interrogador intenta determinar, haciendo preguntas a los otros dos participantes, cuál es la computadora. Toda la comunicación es a través de un teclado y una pantalla. Varias personas diferentes desempeñan los roles de interrogador y participante, y, si una proporción suficiente de los interrogadores no pueden distinguir la computadora del ser humano, entonces se considera a la computadora como una entidad dotada de pensamiento inteligente.

Si te interesa saber más sobre el test de Turing y qué influencia ha tenido en el desarrollo de Inteligencia Artificial te invitamos echar un vistazo en el enlace adjunto

En 1991 el filántropo americano Hugh Loebner inauguró los premios Loebner. La competición de carácter anual nació para premiar cada año al desarrollo que más cerca esté de superar el test.

Test de Turing
De Turing a Eliza

Desde Rusia con amor

En 2006 Robert Epstein, uno de los fundadores del premio Loebner tardó nada menos que dos meses en descubrir la verdadera personalidad de la mujer rusa con la que chateaba. En realidad la preciosa y dulce Ivana era un bot, confesaba en la revista Scientific American Mind. Leer lo que el propio Epstein cuenta sobre su amor con el bot es sencillamente maravilloso. Aquí hay un copia de su artículo en Scientific American Mind

Un robot deteniendo a otro robot

Suena a película de ciencia ficción pero en 2000 el gigante de servicios de internet Yahoo detectó la presencia de programas informáticos automatizados que se hacían pasar por adolescentes en sus chats. Estos software maliciosos recopilaban información personal y agregaban spam o correo no deseado. Un grupo de investigadores de la Universidad americana de Carnegie Mellon desarrolló para el gigante un sistema de seguridad antirobot.

El sistema se llamó Captcha, acrónimo de Prueba de Turing Completamente Automática y Pública para Distinguir las Computadoras y los Humanos. Ahora no hace falta más que intentar cualquier formulario online para encontrase con estas ventanas que quieren determinar si quien les escribe es humano.

Tai el bot neonazi de microsoft

Otro ejemplo de la dificultad de la interacción conversacional entre hombres y máquinas fue el desarrollo de Tai. El bot parlante de Microsoft tardó poco en convertirse en toda una pesadilla para los desarrolladores de la multinacional por la rapidez con la que aprendió de la gente con la que interactuaba. El objetivo era que cualquiera hablara con el robot, mientras este aprendía del lenguaje humano. Lo que empezó como un inocente experimento terminó por convertirse en una pesadilla en forma de robot neonazi y racista al que tuvieron que desconectar.

Los grandes fracasos y las anécdotas siempre dan para jugosos titulares, pero lo cierto es que los bots se encargan ahora de gestionar muchas tareas automáticas de relación de las empresas y organizaciones con sus clientes y usuarios. En el mercado ya hay disponibles todo tipo de bots: los que nos ayudan a decidir si ir al médico o no en función de nuestros síntomas, los que nos chivan la cartelera y las opciones de ocio para el fin de semana. Y un largo etcétera.

Más allá de lo anecdótico de pasar el test de Turing, las empresas, desarrolladores y centros de investigación experimentan con los bots por las ventajas que les ven para crear nuevas aplicaciones asistenciales. Exploran así los puntos fuertes de esta tecnología y están dejando de lado cualquier aspiración pasada de que los bots parezcan o engañen a los humanos.

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