En la feria CES de las Vegas se ha presentado un humano digital. Este avatar, aún en ciernes, podrá atender al público, ejercer de banquero o convertirse en estrella del pop. En un mundo en el que parte de nuestra percepción y nuestras capacidades ya se apoyan en herramientas tecnológicas, ¿dónde están los límites entre humanos y máquinas?
Neon lleva causando interés desde hace unas semanas cuando apareció un tuit que lanzaba la siguiente pregunta: «¿Alguna vez has conocido a un Artificial?». Desde entonces han sido miles las conjeturas sobre qué presentaría Samsung Star Labs en la Feria de Electrónica de Consumo más importante del mundo, la feria CES de Las Vegas. Se hipotizó sobre si se trataría de una nueva versión de su asistente, pero, prácticamente desde el primer momento, los ejecutivos de la empresa se encargaron de aclarar que se trataba de algo nunca visto hasta ahora.
Todo apuntaba a que sería un avatar o un humano digital, así que la expectación durante la rueda de prensa de presentación fue máxima, según se puede leer en las crónicas de los periodistas asistentes.
El prototipo de la start-up está, dicen ellos mismos, a medio camino entre el chatbot animado o el amigo virtual y es capaz, se supone, de interactuar de forma natural con las personas y contestar en milésimas de segundos.
Detrás de Neon hay dos tecnologías: el Core R3 que es el que da al holograma su aspecto humano y el que va construyendo sus expresiones. Este se basa en personas reales y el programa les va sumando la capa de los rasgos faciales. También consiente al avatar contestar rápido para hacer fluida la conversación. La otra base tecnológica se llama Spectra y consiste en un sistema de Inteligencia Artificial que entiende las emociones humanas y va aprendiendo de ellas.
Esta tecnología adopta un amplio espectro de personalidades o caracteres que van desde el maestro de yoga, a banqueros, modelos, actores o estrellas del pop. Pero ¿qué hay de real en este desarrollo? ¿Asistimos a la primera versión de una nueva especie?
Aunque muchos se acercaron con curiosidad a ver a Neon pensando que sería parecido al avatar de la película Her, parece que de momento habrá que esperar a nuevas presentaciones o a que esté terminado el prototipo (en teoría en 2020) para ver exactamente para qué está pensado este avatar y si es o no un engaño comercial. Y eso porque según puede verse en este vídeo, en el que Neon responde en directo a las interacciones humanas, de momento, no parece muy diferente a otros asistentes ya en el mercado.
Estrellas del pop digitales
Los avatares van un paso más allá de los bots y asistentes y en teoría se están desarrollando para realizar tareas de atención al público, dar asistencia en conferencias, hacer reuniones en línea en salas virtuales o para que trabajen como teleoperadores. Incluso, están conquistando los escenarios.
Si le parece ciencia ficción, aquí una noticia. Recientemente se anunciaba la primera gira mundial de la artista virtual japonesa, Hatsune Miku, que ya ha sido telonera de Lady Gaga. Este año «estará» con su espectáculo en España.
El universo digital se está llenando de celebrities que solo habitan entre los bits de las computadoras. El periódico Financial Times se pregunta, en un reciente reportaje, si hemos entrado en la era de los avatares. En Asia ya son habituales los canales de YouTube que dirigen estos sres virtuales. «Hay más de 5.000 canales de vídeo de este tipo y sus visitas han crecido un 50% respecto a 2018. La famosa virtual Kizuna Ai pasó de los 200,000 suscriptores en su canal en diciembre de 2017 a más de dos millones en la actualidad. Gracias a que la tecnología se hace cada vez más barata y accesible, ya es posible escuchar música lanzada por un avatar digital, interactuar con ellos en alguna tienda o tratarlos en el lugar de trabajo, -escribe al autor del reportaje para continuar diciendo-. Seguir a las celebridades virtuales es un paso fácil porque nos hemos acostumbrado a seguir a personas de carne y hueso prácticamente perfectas debido a operaciones y filtros de photoshop».
De los emojis personalizados a embajadores en las redes sociales
La tecnología no sólo sirve para crear famosos, sino que permite al que quiera, y tenga dinero, crearse su propio avatar y convertirle en su representante en las redes sociales. Y quien esté libre de utilizar uno de esos emojis que se le parecen en alguna de las redes que tire la primera piedra.
¿Y si nuestro avatar nos sobrevive?
El viejo sueño de la inmortalidad acompaña al hombre prácticamente desde que apareció en la tierra y como muestra, el poema de Gilgamesh, escrito en época acadia entre los años 2500-2000 a. C. La tecnología está empezando a abrir una vía para que nadie muera al menos virtualmente. Ya hay start-ups (como Eternime) que ofrecen crear una copia avatar de quien fallece para que sus seres queridos puedan seguir hablando con la persona una vez desaparecida, al menos en el plano físico. Toda la información que hoy dejamos en internet puede servir para alimentar un bot que recree la propia personalidad y los gustos una vez ya no estemos.
El primer viudo digital
Por su parte, Gatebox, una empresa japonesa, ofrece esposas holograma para una población en la que uno de cada cuatro varones llega soltero a los 50 años de edad. Y aquí otra sorprendente noticia. Un japonés de 36 años acaba de quedar viudo de su holograma debido a una actualización de software.
Humanos o digitales
Lo cierto es que nos estamos digitalizando paulatinamente y que los límites entre la realidad y el mundo digital cada vez son más difusos y eso también afecta a las fronteras entre nuestro cuerpo físico y el mundo de los bits.
Pero ¿estamos preparados para asumir esta nueva «realidad» virtual? ¿Puede ser positivo o negativo tener una propia imagen perfeccionada de nosotros mismos en el mundo virtual? ¿Y una inmortal? ¿Cómo afectará esto al ego? ¿Los límites difusos entre real y virtual nos hacen más débiles frente a las mentiras (las llamadas fakes)? ¿Nuestro espíritu crítico está preparado para cierto escepticismo?
El uso de herramientas para mejorar nuestras habilidades físicas y cognitivas no son exclusivas del siglo XXI, sino que forman parte de la evolución humana de la misma manera que lo fue ponernos en posición erguida como especie. De estos límites entre uno y otro universo se habló mucho durante un debate organizado recientemente por el Foro Telos (Espacio Fundación Telefónica) y titulada «Humanos y Digitales».
En él se trató sobre el futuro que vamos a vivir en las próximas décadas, el mundo del siglo XXI, al que estamos empezando a dar forma.»La tecnología puede cambiar la condición humana, se puede intervenir en el envejecimiento o mejorar el cerebro con fármacos y con chips. Nos estamos mezclando ya con las máquinas, poniendo nuestras mentes en los dispositivos. Parte de nuestro conocimiento, por ejemplo, está ya en Wikipedia. Nuestro cerebro está conectado y eso altera la percepción del espacio y del propio ego. Los extendemos con estas herramientas», decía Anders Sandberg, doctor en Neurociencia Computacional e investigador de cuestiones sociales y ética en relación al progreso humano y las nuevas tecnologías.
El transhumanismo
Para hablar de transhumanismo, ese movimiento que aboga por la transformación de la condición humana mediante la tecnología, el investigador siempre inicia sus conferencias con una dispositiva de chimpancés. «Ellos todavía viven como nuestros antepasados. Sus familiares, los simios sin pelos, tenemos tecnología, pero no hay gran diferencia entre nuestros cerebros. Una de ellas es que los humanos tenemos capacidad para el pensamiento acumulativo.
Es decir, de pensar en cosas que no tenemos delante y de comunicarnos y coordinarnos, por ejemplo, para cazar. Incluso de recordar conocimiento (como las herramientas que usamos contra el mamut la última vez). El hombre es consciente, a diferencia del resto de animales que no saben ciertas cosas, por ejemplo que su futuro depende de nosotros. Hemos tenido éxito como especie; somos una de las más comunes en la tierra y tenemos procesos tecnológicos para seguir evolucionando. Incluso hemos cambiado la atmósfera y eso ya no es tan bueno. Es difícil que nos extingamos por causas naturales, pero la mayor amenaza de la humanidad es la humanidad misma. Ser reflexivos en este caso resulta aterrador», alertaba Sandberg.
Desde los 60 las herramientas se han vuelto digitales. Con la llegada de los ordenadores aparece la idea de ampliar nuestros cerebros y nuestra cognición. Ya hay pacientes con implantes en el cerebro que tienen wifi, personas que cuentan con ayuda de exoesqueletos que amplían las capacidades físicas y existen todo tipo de wearables y ordenadores que aprende de uno (incluso se adelantan a lo que vas a escribir).
Se cree que en el futuro estaremos totalmente fusionados con la máquina. La mayoría ya estamos todo el día manipulando nuestros móviles. «Sin embargo hay que tener cuidado. Ya ya hay pacientes con implantes en el cerebro que tienen wifi, pero que funcionan sin contraseñas. No tienen seguridad y eso es peligroso. Hay otras apps que tienen consecuencias en la disciplina. Por ejemplo, el fitbit es un aparato externo que te recompensa con una señal si superas un número de pasos al día. Da miedo pensar que las aseguradoras puedan tener accesos a esos datos. Tenemos interés en estos desafíos, porque a veces es más fácil aprender de nosotros para vendernos productos y ganar dinero», concluía Sandberg.
Distopias sobre súper humanos
Por su parte Juan Luis Arsuaga, director del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos de la Universidad Complutense de Madrid, director científico del Museo de la Evolución Humana y co director de excavaciones de Atapuerca, recordó que «hay que tener cuidado con los sueños porque se pueden convertir en pesadillas», y alertó sobre ciertas distopías que pueden provocar las modificaciones del hombre. Para ello mencionó a pensadores recientes como Stephen Hawking o Yuval Noah Harari (autor de Homo Deus), quienes pregonan la posibilidad de un futuro de hombres súper dotados, no con mejores ordenadores como herramientas externas, sino modificados genéticamente con chips. «Los mejorados genéticamente, súper humanos, son los que podrán competir con la Inteligencia Artificial y al resto, con suerte, se les permitirá sobrevivir.
Es algo que se plantea ahora sin que se produzca escándalo social y esa desigualdad aterra», decía Arsuaga.
El biólogo lanzó esta reflexión al aire sobre el futuro digital y humano: «No necesitamos más utopías sobre un mundo mejor, un futuro maravilloso y seres humanos perfectos. Para un mundo más justo no necesitamos que nos cuenten la tecnología como milagrosa, casi como si fuera una religión mística. Sólo necesitamos voluntad y ética».
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